The reckoning
Hay palabras que no permiten su traducción sin que sean, semánticamente, “emasculadas”. Saudade, del portugués, es de esas palabras que se resiste a una traducción que la refleje del todo. Lo mismo le pasa a la dupla Heimlich/Unheimlich, tan querido en los ámbitos literarios de los alemanes (y, claro, del psicoanálisis).
Nuestra palabra culero pertenece también a esa categoría, porque no designa sólo a un miedoso, no sólo a un cobarde: señala a un ruin, un acomodaticio, un mal amigo, un traidor, un cruel.
Creo que estas palabras imantadas permiten también un avistamiento de la psicología de los hablantes de este o de tal idioma, en tal o cual región del planeta. Pues no es lo mismo la saudade portuguesa que la saudade carioca (escúchese la diferencia entre un fado y un bossa-nova).
Reckoning, término muy antiguo del inglés y muy usado en el sur de EE.UU., pertenece a esta categoría de palabras.
Su primera acepción moderna (como verbo) se refiere al cálculo, a la cuenta: un proceso para aceptar la estimación de algo; y, por extensión, del punto de vista de alguien sobre algo. Decir “I reckon that you…”, se traduce como “Calculo que usted…”, “Doy por sentado que usted…”, “Entiendo que usted…”
Pero (como sustantivo) reckoning invoca otros campos semánticos, pues su significado más arcaico significa “una factura o cuenta pendientes, un acuerdo”. A partir del “corte de cuenta”, reckoning se vuelve en algo así como “un llamado a cuentas” o “un rendir cuentas”, o (ya en el mero español mexicano) un “palmar con la neta”.
Así, the day of reckoning se vuelve sinónimo del “día del juicio final”.
Otros significados más amables, quizá menos violentos, apuntan hacia el “reconocimiento” de algo-otro, y the reckoning sería sinónimo de un libre examen en el que se acepta una culpa.
Vivimos una extraña época en la que todos somos llamados (justificada o injustificadamente). a un cierto reckoning: una rendición de cuentas, una aceptación de culpas. Debemos aceptar, por ejemplo, que una mayoría apabullante (como ninguna otra en nuestra historia) eligió libremente a Andrés Manuel López Obrador como su presidente. ¿Seremos capaces de reconocer (to reckon), incluso los que votaron por él, todo lo que eso ha significado para todos, y para nuestro futuro?
En junio habrá elecciones y deberían ser un cierto reckoning, una cierta rendición de cuentas, un ajuste de cuentas —mas no una venganza, pues la venganza no cabe en la democracia. Cada tres años, los ciudadanos podemos “expresarnos” (o sea: hablar) en las urnas.
Ya veremos cuál será nuestra palabra expresada, la palabra de la mayoría.
Por cierto: Reckoning es, además, el título de un estupendo LP de REM, uno de mis grupos favoritos.