Minis

Minis

Cuatro minificciones, escritas entre 1985 y 1987, publicadas en el diario Excélsior…

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Destinos

Aún no salía el sol cuando empacaste tus cosas y te marchaste. Desde la ventana te mire salir, mientras en toda la casa resonaba tu ultimo portazo. En realidad tú no me dejaste; encarnado en ti, poco a poco, el amor mismo me abandonó. Estuve recargado sobre el pretil de la ventana, quise llorar. Busqué una máscara que le diera a mi rostro el gesto necesario en ese momento. Y mis manos no lograron abrir la ventana, mi voz no gritó para que te detuvieras. Escuché unos pasos: alguien idéntico a mi se preparaba para ir a su trabajo, como si nada le hubiera pasado. Y yo desaparecí a esa hora del amanecer, igual que todos los fantasmas.

El laberinto de Chartres

Una última gracia

“Por favor no me odies”, me dijiste. Y hoy entiendo, exactamente, lo que me pedías esa noche: que tu risa y tu cuerpo y tu rostro, que tu voz y tus ojos los borre de mi mente, de mi loca imaginación. Quieres que te olvide. Sabes muy bien que no puedo odiar un nombre.

El loco

Camino por las calles, desamparado, perdiendo el tiempo. Las horas de estos días han sido horas muertas. A veces, me detengo a mirar el cielo, pensando: Ya va a llover… y corro a esconderme en alguna librería. No es mi intención comprar libros, tan sólo quiero mirarlos, pasearme entre ellos, tocar sus cubiertas como por descuido, y verlos sin alegría, con pereza, tiernamente, aburrido. ¡Tantos volúmenes de enciclopedias, tantos ejemplares de novelas, tantos estudios que jamás llegaré a leer! ¡Toda esa letra impresa que, desde este momento, sé que es letra muerta para mí! Y así es lo mismo con las cosas y con la gente, pues desde que me abandonaste el mundo ya no es importante… Y odio cada objeto que me rodea y odio a las personas que, torpemente, se cruzan en mi camino. Los detesto, en suma, porque ninguno te tiene, y no me dan paz ni llegan a cubrir este hueco que has dejado en mí. Es como si estuviera muerto caminando entre los muertos.

Dialéctica

Cuando mi padre todo lo veía brillante y sin problema, mi madre lo juzgaba oscuro y complicado. Desde entonces aprendí a vivir entre los extremos.