Los saldos del fin de semana
Este pasado fin de semana tuve a bien (o quizá tuve a mal) publicar en este, mi sitio personal, un largo argumento crítico sobre el Frente Nacional Anti AMLO (o FRENAAA, llamémosle sólo FRENA para evitar estridencias innecesarias).
Reconocí las demandas del movimiento, los agravios que se han cometido en contra de empresarios (formales o informales), pero también en contra de los empleados, los servidores públicos, las mujeres que claman justicia, las minorías desprotegidas y la población más vulnerable (los niños con cáncer), entre varios más.
Critiqué la demanda de FRENA de pedirle la renuncia inmediata al presidente López Obrador. Advertí que era un despropósito, un camino equivocado que podría justificar un mayor autoritarismo del gobierno vía la victimización, y recordé —a propósito de una carta infame y, hoy agrego, mal redactada, dirigida a Trump y promovida por FRENA— que, en el siglo XIX, un grupo de mexicanos (el hijo de Morelos entre ellos, héroe en la guerra contra Texas) fueron a ofrecerle a un príncipe extranjero la corona de México.
Sugerí también que el país es capaz de resolver, por sí solo, sus diferencias a través de las vías legales y legítimas ya establecidas: controversias constitucionales en la Suprema Corte y elecciones federales y locales en el 2021.
Es importante recordar esto: nuestra dignidad como país está en juego. No somos una república bananera que requiere de la intervención extranjera para dirimir sus desacuerdos.
En fin: compartí la liga de mis reflexiones con una amiga, que se la compartió a otros amigos, que lo compartieron a otros amigos, que…
Todavía no salgo de mi sorpresa…
En mi cuenta de Google Analytics —herramienta que sirve para dar seguimiento al tráfico que recibe un sitio— vi durante el domingo 31 de mayo, en tiempo real, usuarios de todo el país y más allá, consultando mi entrada y otras entradas más de este sitio. Para un escritor, no hay satisfacción mayor que el ser leído y no hay mayor pasmo que ser mal interpretado. Mi sitio tiene cerrados los comentarios, porque no tengo tiempo para administrarlos, ni tampoco lo tengo para responder como se debe a quienes se dieran el tiempo para comentar. Es, lo repito, un sitio personal.
García Márquez dijo, alguna vez, que escribía para que sus amigos lo quisieran más. En la misma línea, yo no imagino a más de tres o cuatro docenas de amigas y amigos míos leyéndome, es decir: gastando su tiempo en leerme, cuando podrían hacer alguna otra cosa de mayor provecho. Vaya un agradecimiento a quienes gastaron su tiempo en leerme entre el sábado y el domingo.
Al día de hoy, las métricas (así se le llama a las mediciones de tráfico en internet) de mi sitio indican que, en promedio, mis visitantes gastaron 1.5 minutos en cada página, que hubo más de ocho mil páginas vistas, casi 2.5 páginas vistas por visita única y que, además de la entrada de marras, visitaron éstas tres páginas: el Home, mi breve biografía (o sea: ¿quién es este wey?) y una memoria: Crow Boy, además de algunas de mis ficciones.
Nada espectacular, lo sé. Ni punto de comparación con otros sitios mucho más populares. Pero para un modestísimo sitio que es, a fin de cuentas, un experimento y un pasatiempo personal, representó una grata sorpresa y el reconocimiento sobre el poder de difusión de las redes sociales.
Sé que quienes no están de acuerdo con mis opiniones no volverán a visitarme. Y está bien: como dicen por ahí, entre menos burros, más olotes.
Quizá seguiré posteando opiniones sobre este tema o sobre otros de actualidad, pero advierto que mis verdaderos intereses son —como se anuncia en mi sitio— la literatura, el psicoanálisis y la filosofía, además de SEO (temas que, lo sé, no ocupan los primeros lugares de interés del grueso de lo que llaman “la audiencia”).
Gracias otra vez, de corazón, y de todas maneras, por leerme.