Defender al INE
Quien acusa está obligado a probar sus dichos. Quien es acusado tiene pleno derecho a defenderse. Además de la fundamental igualdad ante la ley, la justicia se basa en esos dos principios, simples y claros. Lo contrario se llama “linchamiento” y éste está asociado con la venganza, simple y llana.
La reciente andanada de descalificaciones, insultos e infundios en contra del Instituto Nacional Electoral (INE), después de que éste le retirara el registro de candidatura a más de 60 candidatos de Morena, constituye el ataque más violento del presidente* y de sus aliados en contra del árbitro electoral y debería movilizar un rechazo y censura masivos en contra de este gobierno* y de Morena, así como un apoyo irrestricto al instituto que es el mayor pilar de la democracia en México.
Nadie o casi nadie pondría en duda de que hay muchas cosas mejorables en el INE, pero también las hay (y creo que en mayor número) en los propios partidos políticos, en el Congreso o en todos los niveles de gobierno. Ya se sabe: todo lo que construyen los seres humanos es mejorable siempre.
Muchas son las cosas que se deben mejorar en el INE, pero la principal es dejar de cargarle tanto la mano. El INE está obligado a emitir identificaciones válidas para votar, organizar las elecciones (locales, estatales, federales), capacitar a funcionarios ciudadanos que administran las casillas, monitorear los medios y las pautas publicitarias de partidos y candidatos, fiscalizar los gastos de campaña, contar los votos y ofrecer una proyección confiable de los resultados pocas horas después de la elección, y un largo etcétera. ¿Por qué sorprende que el INE sea entonces tan costoso, si los propios legisladores le han cargado tanto la mano?
El INE es como el cohetero: siempre queda mal con todos. De ahí su caída en la percepción pública: de ser a principios de este siglo la institución con mayor credibilidad del país, ahora es una que tiene de los peores niveles de confianza. No se olvide que el asedio al INE (entonces IFE) comenzó el 2006, a raíz de una supuesto fraude electoral que el actual presidente* y sus esbirros nunca probaron.
Proponer, como lo hizo un polémico e impresentable empresario, que el INE “debe morir… pronto” es una idea propia de un oligofrénico con memoria selectiva: si un automóvil se descompone no lo tiras en el deshuesadero, lo llevas al taller para que lo arreglen. Eso es lo que toca hacer.
El INE no se manda solo: opera bajo las reglas que han promulgado y le han impuesto los propios legisladores. Al retirar el registro a las candidaturas, el INE sólo cumplió con la ley: hizo su trabajo. Esto ya se ha comentado muchas veces.
El problema real de la frágil democracia mexicana (bajo asedio constante de los propios políticos) no es el árbitro, sino la llamada “clase política”, los jugadores, los cuales suelen ser mentirosos, tramposos, inmorales, cínicos, de memoria muy corta y que son muy malos perdedores. Esto es lo que hay que cambiar. Sin la capacidad para admitir la derrota, cualquier democracia está condenada al fracaso.
Así, más que una democracia (el poder en manos del pueblo), la de México es una kakistocracia (el poder en manos de los peores; Aristóteles la llamó oclocracia: el poder en manos de la plebe, a quien el demagogo identifica con el “pueblo”). México debería aspirar a una aristocracia (literalmente: el poder en manos de los mejores), sobre la base de un acceso igualitario a las oportunidades, acceso que es garantizado por un sistema de justicia imparcial.
Hoy toca y urge defender al INE y decirle “¡Ya basta!” al presidente* y a sus gatilleros.
* Siguiendo el ejemplo de Charlie P. Pierce, el gran columnista político de Esquire, ahora destaco con un (*) términos como presidente para subrayar mis dudas y evitar el repetido uso de (sic), adverbio que indica que la palabra o frase precedente es literal o textual, pero es o puede parecer incorrecta.