Moralmente derrotados
Andrés debía saberlo. Se dice historiador, pero demuestra que no ha aprendido nada de la Historia. Debió saberlo, porque México es un país que, varias veces, fue invadido injustamente, y fue arrastrado a guerras que nos han dividido. Invasión: la de los castellanos comandados por don Hernán Cortés. Invasión: la de los franceses y su absurda, cómica Guerra de los Pasteles. Invasión: la de EEUU, a quienes nosotros les declaramos la guerra y que se apropiaron de la mitad del territorio mexicano. Invasión: la de Francia y de Napoleón III, quien intentó colocar a un triste títere como Emperador de México. Invasión: la de EEUU (otra vez), cuando en 1914 atacó el puerto de Veracruz.
Andrés, que dice ser historiador, debió saberlo, pero no se atrevió a condenar con valor y sin dobleces la invasión de Rusia a Ucrania, una nación soberana. Mal para el gobierno de México, que llevará esa mancha en su política exterior, la que había sido (casi) impecable.
Casi… porque (ejemplo) en 1939, Lázaro Cárdenas no condenó sin dobleces la agresión de los nazis a Checoslovaquia o a Polonia y fue hasta la invasión a Austria o hasta 1940, luego del ataque a Pearl Harbor, que fue obligado por EEUU a romper relaciones con Alemania y con las otras dos naciones del Eje.
Durante la Guerra Fría, México intentó navegar por en medio de la delgada línea entre las dos corrientes dominantes: EEUU y la extinta URSS. Por eso su solidaridad con la Cuba de Castro —que ya para 1972, tras “el juicio Padilla”, pintaba para ser la brutal dictadura burocrática que demostró ser. Por eso sus veleidades a favor del sandinismo en Nicaragua (hoy, otra dictadura), de los bolivarianos en Venezuela y en Bolivia (dictaduras de facto), de los peronistas en Argentina (otro gobierno populista, de esos que no han aprendido nada).
Me gustaría decir que el actual gobierno de mi país se destaca por defender la libertad y la democracia, en todo el mundo, por convicción, pero no puedo hacerlo. Con alguna frecuencia ha tomado el lado de los dictadores, de los populistas, de los enemigos de la libertad y la democracia.
Va un ejemplo reciente: la baja, bellaca genuflexión ante Donald Trump de Andrés Manuel López Obrador en 2020: nunca ningún presidente de México hizo algo tan indigno como ir a apoyar la campaña presidencial de ningún candidato a la presidencia de EEUU. Esa mancha quedará por siempre sobre este presidente y sobre su gobierno.
Resultados aparte —que hay bien pocos y se cuentan con los dedos de una mano—, este gobierno nos ha avergonzado a una buena cantidad de mexicanos.
No seremos quizá mayoría, pero sí somos la mayoría que piensa y discute y discierne; somos parte de una élite que le dicta gustos, modas e ideas a las mayorías.
Hoy esa misma élite está mayoritariamente en contra del actual gobierno (Slim y demás billonarios no cuentan). Y no nos puede temblar la mano: al tirano se le enfrenta —sea en México o en Ucrania. Los enemigos de la libertad y de la democracia no ganarán: están (ellos sí) moralmente derrotados.